PEQUENA velada de Risk


Pues al final no llegaron ni el hormigon ni el teporingo ni el mortero ni nandiennn.

Sólo se presentaron el Nicanor y el Puñal (dueños de la guarida) y el Matildo con Mr. Bad Example.

La batalla fue dura. Mr. Bad Example se deshizo en el duro frío de Alaska luchando cotra los cañones de Nicanor, mientras Matildo no llegaba a controlar el Norte de Europa. El puñal era el que mejor asentado estaba, pues controlaba Africa y estaba muy cerca de lograr la incursión en una debilmente defendida Suramérica. Pero entonces, apareció Nicanor, que controlaba Australia desde la primera tirada de dados, y decidió que iba a hacerse con el control de Asia. Ni Matildo ni Mr. Bad Example le pusieron freno, y tuvo que ser el Puñal quien le derrocara en los Urales.

Sin embargo, ya era muy tarde. Los objetivos trazados de antemano era bastante fáciles de lograr para Nicanor y, gracias a ello, en una jugada maestra pudo conseguirlos y proclamarse campeón.

La próxima vez se necesitará la presencia de algún master risk para poder frenarle los pies al «pinche» Nicanor.

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Entre el bien y el mal


Hoy fuimos a comer a Cilantros, un lugar pequeño, familiar y que, además, sirve comida muy rica por un módico precio.
Hace dos semanas cambiaron a la camarera que acostumbraba a trabajar allí, le llamabamos «la jenny», de cariño, pues su nombre no llevaba un artículo personal delante. Bueno, pues hace dos semanas «la jenny» dejó de trabajar y la gerencia del lugar decidió contratar a dos camareras que fueran más apetitosas para el ojo masculino, pues es el género que más suele pisar esas lides es el de los cromosomas doble X.

En realidad, estas dos chicas no son nada guapas, es más, ni siquiera tienen gracia, pero ellas hacen su trabajo, intentan coquetear un poquito para que el jefe las vea aplicadas y luego te sirven la comida y te dejan en paz. El problema es que una de ellas, al hacer la cuenta, se equivocó y nos cobró 8 dólares de más. Nosotros, sólo por hacer la gracia y sin saber que en realidad la chica se había equivocado, montamos el numerito y pedimos que viniera el manager, es decir, el dueño del restaurante que estaba ahí mismo y que había visto como haciamos el chiste con una gran sonrisa en los labios. Sin embargo, y con algo de complicidad, decidió mirar el recibo y… SE DIO CUENTA QUE ESTABA MAL.

De repente la sonrisa le desapareció del rostro y se apresuró a pedirnos disculpas. Efectivamente, la chica había cometido un error al sumar y nos estaba cobrando 8 dólares de más. Nosotros intentamos quitarle hierro al asunto diciendo que hubieramos pagado el resto del dinero gustosos, sólo por el buen servicio prestado por la muchacha, pero el dueño no estaba para chistes. La chica se quedó muda y seguro que se esperaba una gran reprimenda.

Entonces me entró el remordimiento. Hubiera preferido no decir nada y no haberle metido en problemas, pero también tiene guasa que la tia te cobre 8 dólares más porque sí.

Bueno, sólo espero que no acabe como «la jenni».

¿Y si los dias tuvieran 32 horas?


El otro día mi compañero en la radio, Diego, me comentó que las jornadas laborales son de ocho horas porque los días son de 24. Por lo tanto se supone que se necesitan ocho horas para dormir, 8 horas para trabajar y ocho de ocio.
Bien. Con esa simple cuenta me puse a pensar lo bueno que sería que los días tuvieran 32 horas, pues 8 serían para dormir, 8 para trabajar y 16 de ocio….¡IMPRESIONANTE!

Durane largo rato pensé en todas las cosas que podría hacer con tanto tiempo libre. Podría aprender a tocar la guitarra, estudiar un nuevo idioma, ver más películas, jugar más al fútbol… en fin, podría ser más feliz.

Tras disfrutar con todos estos divagues durante un buen rato, me entró un escalofrío al pensar que si los días fueran más largos, seguro que el cuerpo humano necesitaría más horas de descanso. Me entró una profunda tristeza al darme cuenta que no sería capaz de aprovechar a fondo mi vida como había soñado durante toda la mañana.

De todas formas, un buen rato extra de ocio no vendría mal cada día. Así que así me iba para casa, con esa sensación entre felicidad y amargura, por haber soñado con algo que, definitivamente, nunca iba a suceder.

Entonces, al llegar a casa, recibí la noticia fatídica. Le conté a Alberto, mi compañero de piso/jefe, todo acerca de la ídea que había tenido, pero él logró abrirme los ojos. «Seguro que si el día tuviera 32 horas, no faltaría el hijoputa que te hiciera trabajar durante 16».

Jai Definishon

¿De dónde saliste?

¿Cómo te anunciaste en mi vida por primera vez, y por qué designios?

¿Sabías que estabas destinada a ser mi fiel compañera durante tanto tiempo? ¿O creíste que lo nuestra iba a ser fugaz, un mero ardid, saciar una sed repentina con el primer trago que está a la mano?

Lo cierto es que hoy, 12 años después de reunir nuestros destinos por primera vez, quiero desvelar tus secretos, gritar a los cuatro vientos que no hay nadie como tú, que eres única porque eres mía, pero eres mía porque quisiste serlo.

¿De dónde…?

Del fallido restaurante & bar & grill & cigar lounge & fuga de capitales familiares que mi atribulado padre tuvo a bien crear en compañía de sus 3 socios: uno, vendedor de tarjetas telefónicas que no servían más que para marcar a Oaxaca; otro instalador de DirecTV pirata; alguno más cuyos fondos provenían de misteriosas fuentes (o sea, del gobierno de México). Ninguno de los tres experto en materia restaurantera. ¿Qué podía salir mal?

Te miré del otro lado de la barra de caoba, resplandeciente entre la multitud dedicada a dejar quemaduras de cigarrillo y redondeles húmedos de vaso highball durante la velada inaugural. Tu morenez destacando contra la descascarada pintura wash simulando una añeja… ¿tasca? ¿fonda? ¿trattoria? El concepto gastronómico aún estaba en el aire (acabó en steak house). Mostrabas los brillantes colores de Jorge Campos atajando disparos de Eric Wynalda en la Copa América, hasta que en tiros penales nos eliminaron los gringos 4 a 1. Tragedia griega-vía-Uruguay-vía-satélite. En el dolor y el pesar de la derrota, mi triunfo fue conocerte. Tus 29 pulgadas de pantalla me apantallaron, tu VHS integrada capturó el momento para la posteridad, y tomé juramento mientras me llevaba un tarro de Negra Modelo a la mesa: «Serás mía, yo lo sé».

Cuando el restaurante & etcétera se fue a pique (digamos que el Titanic opuso más resistencia), no tuve empacho en lanzarme como ave de rapiña un sábado por la mañana a liberarte de tus ataduras. Claro, también liberé una caja de Fundador, dos botellas de Absolut Citron y 36 latas de aceitunas rellenas de anchoa. ¡Jugoso botín, digno del pirata Laffite en el Caribe o de Francisco Pizarro en su paso por tierras incas!

Tuve que regresar el sábado siguiente a buscar tu control remoto, que se me olvidó sobre la barra…

Pero ya en casa, reunidos en la intimidad de mi modestísimo departamento de soltero, pude afreciarte en tu justo valor. Tu deslumbrante claridad. Tu nitidez rayana en la obscenidad. Tu close caption automático cuando se oprime mute. Sí, tus rojos nunca fueron sanguíneos como los de Caravaggio, sino más bien tirando a los purpúreos rubores de una fiebre mal atendida, ¿pero qué importa el color en cuestiones de amor?

Y sí, tu sonido monoaural nunca podía aspirar a competir con los stereo surround y DSP que empezaban a ponerse en boga. Nunca me hiciste extrañarlos. Tu voz no tiene la ambigüedad de dos canales esterofónicos: es única, indivisible, honesta. Es la voz desgarradora de viejos seriales del radio AM, donde no sabíamos de dónde provenía el disparo, pero sí que alguien estaba echando bala a toda pólvora.

Eventualmente uní mi destino a una mujer, pero tú nunca fuiste el tema delicado de conversación, pues lo nuestro tenía historia. Ella te aceptó, renuente al principio («¿O sea que no vamos a poner una tele nueva en la mesa de regalos?»), curiosa después («Me tienes que enseñar cómo hacerle para grabar Café con aroma de mujer«), hasta que finalmente te adoptó sin recelos ni condiciones.

Y nos enseñaste a sobrevivir.

A sobrevivir el estar sostenida sobre una mesilla plegable de madera en lo que llegaba el primer mueble/gabinete ex profeso para albergar tu estructura. A sobrevivir el utilizar diariamente tu función de REWIND en vez de confiar en las regresadoras que tocaban la quinta de Beethoven después de rebobinar un videocassette. A sobrevivir una pléyade de periféricos, pues los dioses tuvieron a bien darte UNA terminal de Audio/Video In (RCA) en el panel frontal, misma que he penetrado, inmisericorde y prosaico, con dos preamplificadores, un laserdisc, una video beta, tres sistemas DirecTV (uno pirata, dos legítimos), cuatro DVDs, un 3DO, un Playstation, un Playstation 2, un Xbox, una caja de cable y un TIVO. No al mismo tiempo, claro…

A sobrevivir mudanzas a seis domicilios y dos países…

A sobrevivir la muerte, estentórea y gradual, de tu control remoto…

A sobrevivir la inserción de un sandwich de queso en la videocassettera… Y no, no fue mi hija. ¿Recuerdas el Fundador y el Absolut Citron? Yo sí…

No sé de dónde saliste. Mi padre confesó haberte adquirido en pago por unos servicios contables prestados a una importadora de electrodomésticos, y que eras el único modelo en exhibición. No tienes número de modelo al frente, ni más distintivo que los tres rombos de Mitsibushi. Cuando me di a la tarea de buscar tu control remoto por Internet, en afán de reemplazarlo por uno semi nuevo, descubrí que nadie cuenta con un original en servicio (y que ni siquiera hay fotos de tu línea en el website del fabricante). Eres casi pieza de colección.

Yo creo que no te fabricaron. Creo que quisiste ser. Simplemente, existir. Creo que eres inteligencia artificial, evolución lógica tras años de mejorar lo inmejorable. Creo que te armaste sola, canibalizando piezas de otros electrodomésticos en esa bodega. Creo que eres indestructible, pues nunca te has descompuesto. Tus colores siguen tan vivos como siempre. Tu sonido monoaural sigue nítido, sin delatar un sólo gemido de un tweeter discordante o un bajo con carraspera. El control remoto del nuevo DirecTV DVR que te acabamos de conectar suple casi todas las funciones de tu viejo remoto, algo que no había logrado emular con media docena de reemplazos «universales».

Creo que tú le enseñaste al control nuevo lo que tiene que saber de ti, y no a la inversa.

¿Y tu videocassetera? Sigue grabando. Y si bien el formato nunca podrá aspirar a competir con la imagen de laserdiscs, DVDs y BlueRays… sigue siendo fiel. Aún puedo grabar en tí eventos que la posteridad merece conocer. Cierto, cada vez hay menos gentes que pueden reproducirlos, a medida que sus respectivas VHS van muriendo y son reemplazadas por otros formatos, pero tú… Tú te has negado a morir.

¿Por qué?

Hoy me llegó un catálogo por correo. Best Buy ofrece LCDs y Plasmas de 500 dólares. Aún los modelos introductorios te rebasan en dimensiones de pantalla y funciones logísticas. Todas son HD. Todas son formato widescreen. Pero tú sabes que nada va a cambiar. Que no vas a ir a ninguna parte. Sabes que llevamos demasiado tiempo juntos. Por ti ha pasado toda mi historia: has visto el video de mi boda y mis trabajos de cine de la universidad. Has visto más pornografía que Larry Flynt. Y no revelas nada aún, sigues mirándonos noche tras noche, día tras día, en espera de una sustitución que no ha de llegar.

Algunos piensan que no te cambio por tacaño. Otros, por nostálgico.

Pero la verdad es que no te cambio porque te respeto.

Y te temo un poco, la verdad.