Hablar por Hablar

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Llevo un par de semanas enchufado a «Hablar por hablar», el programa líder de audiencia de la madrugada radial en España. Un espacio dirigido y presentado por Cristina Lasvignes, que intenta abrir los microfonos a todo aquel que, respetuosamente, pretenda expresar su opinión sobre cualquier mundana cuestión, o cualquier particular preocupación.

El programa está muy bien producido, y cuenta con una joyita de DJ, que pone musica tan buena como reconfortante, desde Annie Lennox hasta «Lemon Tree» de Fool’s Garden. Pero a mí lo que más me atráe de este espacio es la idea: El hecho de hablar por hablar, sin regirse por una línea editorial ni consigna de empresa, y sin más censura que la autocensura, común en cualquier bicho humano que entienda que sus derechos llegan, solamente, hasta allí donde empiezan los del prójimo.

Esa simple noción, la de hablar por hablar, con total libertad y sin nadie que te pueda refutar que tu opinión no es más y mejor que la del siguiente, es algo que no se puede hacer en muchos lugares del planeta. Uno de ellos: Cuba. Otro: Estados Unidos.

Pero antes de perdernos en debates políticos que raramente conducen a lado alguno, sólo mencionar que la tecnología y el intelecto cubano se han puesto de acuerdo para que el ser humano, una vez más y ante toda adversidad, sea capaz de expresarse en libertad.

He aquí una lista de blogs que se publican desde la isla para difusión en todo el planeta. En ellos se puede ver que los autores son capaces de criticar abiertamente el régimen, pero que también tienen la delicadeza de esconder, quizás por costumbre, sus verdaderas opiniones en dobles sentidos y licencias poéticas… algo que, en mí humilde opinión, hace mucho más valiosos estos documentos digitales.

Aquí encontrarás un artículo con una pequeña lista de blogs cubanos:

Blogs

 

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Calidad a borbotones

Me juré y me perjuré, bueno, por lo menos, me prometí a mi mismo, que no iba a escribir de fútbol en este blog. Y creo que, de momento, he cumplido. Aunque, de igual manera que uno no quiere romper la dieta con un Kit Kat, pero está dispuesto a hacerlo con un gigantesco creppe de nutella, dulce de leche y platano, o como una vez comprometido con alguién por amor del bueno no se le quiere engañar con una cualquiera, pero si se pone a tiro una modelo… pues no se le va a decir que no; he decidido que hoy rompo la dieta y pongo los cuernos.

Porque lo que se vió ayer en el Coliseum Alfonso Pérez fue más digno de gladiadores romanos, precisamente, que de futbolistas. Porque el partido de ayer entre el Getafe —club del extrarradio madrileño con 2 millones de euros en presupuesto anual, y que ayer pudo (por fín) llenar un estadio con capacidad de 17,000 espectadores— y el Bayern de Múnich fue más que un partido de fútbol, fue una función de magía, con fuegos artíficiales y miles de alegrías durante 120 mintuos, aunque al final nos diéramos cuenta que la chica sí estaba dentro de la caja y que el mago, en serio, la había cortado por la mitad. Así acabamos: horrorizados.

De todas formas, no me sorprendió en lo más mínimo el partido de los cuartos de final de la UEFA. El Getafe es un equipo bien armado, con 18 jugadores que están para ser titulares en cualquier club del mundo, pero que juntos juegan como una máquina perfectamente engrasada. Fue una pena que perdieran el verano pasado a Güiza (fichó por el Mallorca), porque si de algo carece este equipazo es de un depredador del área que pueda enchufar 20 chicharros por temporada. Así y todo, cuentan con un mediocampo para tirar cohetes, donde Casquero es espectacular, Pablo Hernández un fuera de serie, Albín todo un exquisito, Celestini el jugador más completo de la Liga y Contra un mago que juega de lateral derecho o interior, pero que podría jugar de mediapunta y ser el jefe del equipo. Además, Granero y De la Red, dos diamantes de la cantera del Real Madrid, han subido el nivel de este equipo hasta cotas insospechadas, demostrando que están para volver a su club de origen (lo harán en verano) y dar más empaque a un mediocampo falto de carácter como el madridista.

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Pero para mí, y permitidme vociferar mi opinión con total libertad, la clave de este equipo está en dos mediocampistas que no juegan, pero que todavía hoy serían de lo mejorcito de la Liga española: Luis Milla y Michael Laudrup. Los técnicos de este equipo eran dos jugadores con una clase impresionante, una inteligencia inaudita en el mundo del fútbol y que, además, se complementaban a la perfección. Pocos recuerdan que durante el mejor año de Laudrup en España, la temporada 94-95 cuando fichó por el Real Madrid, el danés estuvo acompañado del turulense durante gran parte de la campaña, pues Fernando Redondo comenzo y terminó el curso con muletas (por sendas charrascadas de Ricky Mendiguren, en pretemporada, y Slavisa Jokanovic, ocho meses después de la primera lesión —y tras sólo dos de estar recuperado). Así, Milla agarró las riendas en el mediocampo, y empezó a cortar ataques contrarios con una facilidad pasmosa, encontrando siempre a un compañero bien colocado para recibir su pase en un solo toque, o dos como máximo.

Lo de Laudrup, por su parte, fue para enmarcar. Que temporada, que jugador, que caudal ofensivo… Claro, estos dos genios contaban con la seguridad de que Buyo, Sanchís y Hierro guardaban la retaguardia, Michel, Luis Enrique, Martín Vázquez y Amavisca amarraban las bandas, y que arriba entre Zamorano, Raúl, Dani, Alfonso y Butragueño se bastaban para aniquilar enemigos. Hasta el desaparecido Petr Dubovsky ponía su granito de arena en ese equipo (al menos contra el Zaragoza en el Bernabéu, donde marcó su único gol de la temporada…golazo y q.e.p.d.)


Pero no quiero desvariar en recuerdos lacrimógenos. La cuestión es que esos dos jugadores hoy mandan, también, pero desde el banquillo. Uno, Michael, siempre bien vestido, con traje y corbata, no se inmuta en la banda. Pasa la mayor parte del partido sentado observando, con el apuño apoyado en la barbilla, y sus ojos viajando de un lado al otro del campo, como sí aun fueran capaces de descifrar pasillos invisibles y túneles secretos entre las piernas de los defensas contrarios. El otro, Luis, es el escudero perfecto, como cuando jugaba en primera división. Milla es el que hace el trabajo sucio, el que grita, corrije, apunta, recrimina al cuarto arbitro, organiza los cambios… lo dicho, como cuando jugaba en primera, recupera y toca, pero siempre con calidad, con elegancía, con brillantez.

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Quique Sánchez Flores y Bern Schuster han pasado por el banquillo del Getafe y han sabido ser muy exitosos. El primero supo hacer, de un equipo que venía de segunda, un grupo sólido, peleón y eficaz, que no sólo se mantuvo en primera, sino que se convirtió en la base del equipo que hoy está entre los 16 mejores equipos de Europa. Luego Schuster supo converitr a ese equipo tosco, en una escuadra con calidad, equilibrada, donde todo rodaba al son que marcaban Vivar Dorado, Celestini y Casquero, pero donde las piezas eran intercambiables: no importaba quien jugaba en el Getafe, el equipo siempre lo hacía igual. La convicción sobre el estilo futbolístico a practicar era total y, hoy día, con Laudrup y Milla al mando, esa premisa continúa siendo un credo.


Sin embargo, y a pesar de lo bien que lo hicieron sus predecesores, han sido Laudrup y Milla los que le han dado el salto de calidad a este equipo. Como ya he dicho, es una pena que tanto Kepa como Uche se hayan quedado a mitad de camino de convertirse en los grandes delanteros que apuntaban ser, porque esta máquina de generar juego se beneficiaría muchísimo de un jugador que las enchufara. Tanto Manu del Moral como Braulio son buenos jugadores, pero ninguno de los dos es un killer. Así y todo, el club está haciendo historia y ahora falta saber cuanto más se puede mantener este proyecto. De momento, se rumorea que Laudrup tiene una oferta seria para sustituir a Avram Grant en el Chelsea a partir de junio, pero falta saber si Milla se iría con él, o preferiría continuar su carrera en solitario.

De cualquier manera, el Getafe ya ha hecho historia, a pesar de la crueldad final del resultado, y Laudrup y Milla han demostrado que, con pocos mimbres, son capaces de hacer grandes cosas. Aunque eso tampoco sea ninguna sorpresa, pues cuando jugaban en primera, cualquiera les podía tirar un ladrillo, que ellos devolvían un balón. Y es que con la calidad se nace.