Que fácil es matar a alguien

Parece mentira, pero en menos de dos segundos, una bala puede recorrer más de 10 metros, perforarte el cráneo, causarte una hemorragia cerebral y hacer que te desplomes al suelo sin que te quede un gramo de vida en el cuerpo.

Me sorprendió ver en las noticias el otro día como un loco, vestido de traje y corbata, decidió liarse a tiros en un Wendy’s de West Palm Beach, Florida, sin más razón que el estrés, la depresión o la gilipollez cabalgante que debía llevar metida en la cabeza. Porque ya me dirás si tiene sentido matar a «X» número de personas, antes de volarte los sesos, sólo porque crees que el «mundo» o la «sociedad» te ha tratado mal. ¿Pero quién te crees que eres? ¿Cómo vas a pensar que el mundo te ha tratado mal? iSi el mundo es inmenso! De última, deberías estar jodido porque el mundo te ha olvidado, pero para destacar hazte cantante o payaso de circo, no mates a dos inocentes en un Wendy´s.

Además, se me desgarró el corazón al conocer la historia de un bombero latino que había salido ya del restaurante con su mujer y su hijo. El desgraciado decidió volver a entrar porque a su hijo le habían dado el juguete equivocado con su menú. Probablemente, este miembro del cuerpo de bomberos de West Palm Beach, quien había dejado la estación un rato para almorzar con su familia, nunca se imaginó que el hombre al que cortésmente le sostuvo la puerta para que pasara antes que él, iba a terminar convirtiéndose en su verdugo y ejecutor.

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«Esto es por los cómicos de España»

Detallazo. Javier Bardem ganó el premio al mejor actor de reparto en la ceremonia de los Oscars 2008. Premio merecido. Aunque había grandes candidatos en la categoría (sobre todo Phillip Seymour Hoffman), la caracterización del asesino sicópata Anton Chigurh llevada a cabo por el canario en la película de los hermanos Cohen «No country for old men» fue extraordinaria. Bardem supo llevar la estoicidad del personaje al límite y, como él mismo admitió en la rueda de prensa para medios españoles tras recibir el premio, fue capaz de hacer que el matón diera verdadero miedo y no risa -las diferencias físicas entre el Frankestein de Los Munsters y el de James Whale son mínimas, pero un buen libreto hace que uno sea una criatura abominable y el otro una caricatura de padre de familia con un serio problema de confianza personal.

Precisamente por eso, Bardem supo agradecer a Los Coen, y sobre todo al ingenio de ambos, por gran parte del éxito que él había cosechado al recibir el premio al mejor actor de reparto del año. «Estos premios individuales no significan mucho. Lo importante en una película es el trabajo en general. Siempre es más facil hacer un buen papel, e incluso ganar un premio, cuando formas parte de una buena película. Los Coen son los responsables de crear a Anton y yo, simplemente, me limité a hacerlo lo mejor posible».

Pero ese no fue el momento más emocionante de la noche. Éste llegó cuando Bardem se subió al escenario a recibir su premio y tras los agradecimientos políticos (a la academia, a los productores, al estudio, a la agente, y un largo etc.), se excuso porque iba a empezar a hablar en español y le dedicó el premio, no sólo a su madre, si no a todo el clan Bardem (muchos de ellos, abuelo y bisabuelos de Javier incluidos, actores) y, sobre todo, «a los cómicos de España».

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El avion, la comida y un aguila comiendo tortuga


Que onda con Martinair y sus videos en pantalla gigante a la hora de la comida?

Hace un mes me embarque en un avion de esta aerolinea holandesa rumbo a Amsterdam. No soy de los que suelen decir que «tal aerolinea es buenisima y tal otra es una cagada». Para mi son todas mas o menos la misma mierda. Y a pesar de que nunca habia viajado en Martinair, no notaba cosas que la diferenciaran drasticamente de otras lineas aereas (salvo los sombreritos rojos de las azafatas, onda Moroco Topo). El viaje, normal. Digo, todo muy «de avion»: vuelo llenisimo, asientos incomodos, un espacio menos que generoso para las piernas, comida de astronauta, tal y tal.

El caso es que, a la hora de la comida, por alguna razon que desconozco y que realmente me gustaria averiguar, les dio por poner un video de la National Geographic que mostraba a la madre naturaleza ejerciendo una de sus leyes mas basicas, crudas y -por que no- crueles: la cadena alimenticia.

«Apropiado», pense por un momento. Claro: nosotros, los pasajeros, comemos y en la pantalla los animalitos tambien comen. Igual era una interpretacion muy pelotuda la mia y la descalifique segundos despues. Porque de ninguna manera podia ser apropiado que, mientras yo y como 400 personas mas comiamos cada uno nuestro guiso recalentado con verduras de goma y ensalada de carton (o lo que fuere que estuvieramos masticando), la gente de Martinair tuviera la ocurrencia de ponernos un video de tigres devorando cebras, o de dos monitos lindos revoloteando por los arboles (parecidos a esos que recogen monedas en una taza en las calles centricas de algunas grandes ciudades, encadenados a una maquinola que toca una musica nefasta, bla bla) cuando uno de ellos es repentinamente atrapado por la garra de un ave rapaz que pasa a toda velocidad y se lo lleva volando aaaaaalto por todos los aires al pobre monito. No recuerdo bien en que termino el episodio aquel, pero mas adelante el mismo aguilucho agarra un caparazon (dentro del cual vive una tortuga que, logicamente, se esconde al ver aproximarse semejante bestia) y se lo lleva. Y en medio de su vuelo alla, bien arriba y todo eso, se le suelta el puto caparazon y empieza a precipitarse en caida libre para golpear violentamente contra la tierra (no se rompe). El aguila viene, lo mira, lo vuelve a agarrar y se lo vuelve a llevar, para arribar minutos mas tarde a su nido y decirles a sus aguilitas recien nacidas «hoy comemos tortuga» en idioma aguiluchense. Acto seguido, comienza a introducir el pico bien adentro del caparazon, arrancando pedazos de la humanidad (no, de la «tortuguidad») de la tortuga para pasarlos de pico en pico a sus pequenines. Esto re repite varias veces, mientras el aguila arranca tripas y tripas de tortuga para el deleite de todo pasajero en proceso de deglutir el pan con queso que viene en la bandejita.

La cagaron, dije. Tiene que haber sido un error, un mal calculo por parte del personal de a bordo. Alguna boludez de esas. En los aviones ponen capitulos de Friends, el noticiero de la CNN, Mr. Bean, lo que sea… pero animales comiendose unos a otros, eso nunca lo habia visto. Y menos a la hora de la comida. De hecho, pense que nunca volveria a ver algo semejante.

Pero a la vuelta fue lo mismo! Vuelo Amsterdam-Miami. Hora de la comida. Documental de animales devorandose en pantalla. En esta ocasion eran unos pinguinos. Muchos pinguinos (siempre son un monton) parados sobre la nieve a orillas de algun oceano. Todos ahi, mirando en la misma direccion (no se a que carajo). Todos tiernos, simpaticos, como cualquier pinguinito. Y de repente, PLAAAAAAAAAAF!!! Emerge de las aguas un lobo marino enorme, gordo, grasoso, paposo y pesado, que se desliza sin control por la nieve atropellando todo lo que encuentra a su paso (en este caso, un monton de pinguinos) y tirando mordiscones porque, entre tanto pinguino saliendo despedido en cualquier direccion, alguno le tiene que caer en la boca. Entonces, nada, se agarra un pinguino, lo mata y todo eso y hasta te hacian un primer plano del pinguino muerto. Y mientras venia la azafata y te preguntaba si querias mas Sprite.

Lo peor de todo (o lo mejor, la verdad no se) es que sigo sin entender. No puedo decir que todo esto me haya resultado completamente malo y equivoco, porque lo cierto es que segui paso a paso las acciones del documental mientras comia como un cerdo. Una parte de mi se sentia indignada por estar viendo eso a la hora de la comida (no se, de alguna manera lo asocie con eso de que hablar de enfermedades en la mesa es de mala educacion), mientras la otra se devoraba esas imagenes casi en su totalidad. Diria que, mas bien, todo esto genero un momento algo bizarro, de esos con los que uno no sabe que hacer (por eso pregunte: que onda con esto?). Estuvo mal? Estuvo bien? Estuvo whatever? Estan locos los de Martinair? Estoy loco yo? Los demas pasajeros pensaron lo mismo? La tortuga sobrevivio a la caida o llego muerta al nido? El pinguino muerto era soltero o casado? Que hizo el otro mono despues de que se llevaron a su amigo/novio/amante/concubino? Todas estas preguntas no tienen respuesta, pero creo que le voy a mandar un mail a Martinair para hablarle de esto.

"¿Qué tal todo?"

Mira que la gente dice gilipolleces. Es muy fácil hablar, algo que aprendimos de una manera natural, una de las grandes virtudes y diferencias que tenemos con el resto de animales, pero me parece que últimamente se ha sobrevalorado bastante este acto. Al igual que para conseguir un título universitario, un cursillo de mecanografía o la licencia para manejar se deben superar una serie de exámenes y pruebas, pues para hablar debería suceder lo mismo. Todas aquellas personas que quisieran decir algo deberían examinarse periódicamente para medir la cantidad de excremento que escupen sus cuerdas vocales diariamente.

Los ahí que lo saben todo. “Yo sé, yo sé…” Si por casualidad te preguntan algo, cosa que no pasa a menudo, a mitad de tu respuesta ya te están interrumpiendo con el “Yo se, yo se…” Bueno, pues sobra decirlo, pero si sabes para que me preguntas.

Hay otros que su nombre es la definición de inseguridad en el diccionario. Todas sus peguntas terminan con un …no? Ya he decidido contestar todas esas preguntas con un “Pues no”.

Otros, y estos me desesperan, parecen no entender muy bien cuando les hablas. Su cara se queda inamovible, sus ojos desenfocados mirando al infinito, la expresión y la concentración es la misma que cuando viven esos momentos desagradables en la taza del water. Te preguntan algo y cuando les terminas de contestar, murmullan:

– ¿… cómo?

– “eh, vete a cagar”

Algunos interrumpen siempre, otros no tienen continuidad y en dos frases se acabó la conversación. Hay gente que grita, quizá creen que tienen más razón por hablar fuerte, otros que no los oyes nunca, lo más seguro tengan toda la razón, siempre. Pero los que de verdad me joden, los que no puedo soportar son lo que solo hacen preguntas genéricas. No solo que sus preguntas son sosas, monótonas, vacías, planas, insipidas y repetitivas sino que siempre las hacen en los peores momentos. Tras un chiste (el grupo ríe, todos se miran y se oyen suspiros, Ay… que risa…) pero de repente te preguntan:

– “¿Y la bici Joaco?”

– “¿Bien…?”

– “¿Estás montando?”

– “Sí…”

Se viene otra broma, segundos después:

– “¿Y los babies?”

– “Bien…”

Esperando para que termine de hacerse el café:

– “¿Qué tal todo?”

– “¿Todo? ¿De verdad quieres que te cuente todo? Venga no me jodas, ¿Te cuento todo desde que nací o quieres que empiece desde el capítulo donde un día estaba esperando por un café y un gilipollas me preguntó que que tal todo”.

El Mortero

¿Y si los dias tuvieran 32 horas?


El otro día mi compañero en la radio, Diego, me comentó que las jornadas laborales son de ocho horas porque los días son de 24. Por lo tanto se supone que se necesitan ocho horas para dormir, 8 horas para trabajar y ocho de ocio.
Bien. Con esa simple cuenta me puse a pensar lo bueno que sería que los días tuvieran 32 horas, pues 8 serían para dormir, 8 para trabajar y 16 de ocio….¡IMPRESIONANTE!

Durane largo rato pensé en todas las cosas que podría hacer con tanto tiempo libre. Podría aprender a tocar la guitarra, estudiar un nuevo idioma, ver más películas, jugar más al fútbol… en fin, podría ser más feliz.

Tras disfrutar con todos estos divagues durante un buen rato, me entró un escalofrío al pensar que si los días fueran más largos, seguro que el cuerpo humano necesitaría más horas de descanso. Me entró una profunda tristeza al darme cuenta que no sería capaz de aprovechar a fondo mi vida como había soñado durante toda la mañana.

De todas formas, un buen rato extra de ocio no vendría mal cada día. Así que así me iba para casa, con esa sensación entre felicidad y amargura, por haber soñado con algo que, definitivamente, nunca iba a suceder.

Entonces, al llegar a casa, recibí la noticia fatídica. Le conté a Alberto, mi compañero de piso/jefe, todo acerca de la ídea que había tenido, pero él logró abrirme los ojos. «Seguro que si el día tuviera 32 horas, no faltaría el hijoputa que te hiciera trabajar durante 16».